Se trata de robots en los que las operaciones ocurren sin la intervención directa del conductor o de secuencias de comandos preconfiguradas para controlar dirección, aceleración o frenado.
A diferencia de los sistemas automatizados, las máquinas autónomas tienen la inteligencia para tomar decisiones ante diferentes situaciones (nuevas o inesperadas). Incluso tienen la capacidad de aprender ante nuevas situaciones.
En el ámbito industrial, un AMR utiliza algoritmos de percepción y navegación basados en láser para moverse dinámicamente en las instalaciones, libre de infraestructura. La capacidad de aprendizaje automático permite que el robot tenga mayor eficiencia y precisión a medida que se encuentra frente a nuevas situaciones.
Flexibilidad y Versatilidad: no precisan de infraestructura externa para la navegación, logrando que su implementación sea sencilla, rápida y flexible. Además tienen la capacidad de moverse alrededor de los obstáculos, evitarlos, y así continuar y llegar a su destino, prescindiendo de la interacción humana.
Facilmente Escalable: el software está capacitado para añadir nuevos vehículos que apoyen a los ya existentes, basándose en las mismas reglas de trabajo previamente configuradas, o bien realicen nuevas tareas en colaboración. Esto es clave, ya que no requieren renovaciones de infraestructura, ni planificación de instalaciones para futuras ampliaciones o modificaciones.
Inteligente: son vehículos que se adaptan a los cambios del entorno. Su capacidad de aprendizaje automático recopila datos y actualiza el mapa compartido de la flota con los parámetros aprendidos. Logran aprender qué rutas son las más rápidas y pueden tomar las óptimas, incluso en entornos impredecibles.
Usabilidad: la implementación incluye una instalación de mapeo inicial y luego la configuración de zonas y puntos de interés en el mapa del administrador de flota. Los cambios en las líneas de producción, o diseños de distribución, se implementan fácilmente.
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